martes, 25 de noviembre de 2014

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LECTURA.

Gilberto Giménez. “La cultura como identidad y la identidad como cultura”

13MAR
Gilberto Giménez. “La cultura como identidad y la identidad como cultura”. Texto completo
El propósito de esta ponencia del investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM es examinar la relación simbólica que existe entre la cultura y la identidad. Para esto, Giménez define conceptos clave para la antropología y la sociología como “cultura” e “identidad” para posteriormente reflexionar acerca de la relaciones cambiantes que, inevitablemente, existen entre la cultura y la identidad, puesto que esta última está compuesta por “repertorios” culturales disponibles en un grupo social o sociedad, es la apropiación subjetiva, interiorizada de una cultura.
            Giménez retoma la noción de cultura propuesta por Clifford Geertz, quien la entiende como un conjunto de “pautas de significado” compartidas, algunas con más estabilidad y vigencia que otras, aunque todas históricamente específicas. Estos sentidos socialmente organizados, aunque abstractos en tanto que son significados, se materializan de dos formas principales: en artefactos culturales y en prácticas, esquemas cognitivos, formas de reproducción cultural que se relacionan dialécticamente: “por una parte, las formas interiorizadas provienen de experiencias comunes y compartidas, mediadas por las formas objetivadas de la cultura; y por otra, no se podría interpretar ni leer siguiente las formas culturales exteriorizadas sin los esquemas cognitivos o ‘habitus’ que nos habilitan para ello”.
             Es a partir de la apropiación e interiorización de estos repertorios de sentido que las personas construyen identidades individuales en tanto actores sociales con las siguientes características: 1) suelen ocupar una o varias posiciones en la estructura social; 2) un actor sólo puede concebirse en relación con otros; 3) todo actor tiene cierto poder en tanto que “dispone siempre de algún tipo de recursos que le permite establecer objetivos y movilizar los medios para alcanzarlos”; 4) todo actor está dotado de una identidad, la imagen que tiene de sí mismo para asociarse y diferenciarse de otros; 5) los actores tiene proyectos vinculados a la identidad, gozan de la habilidad para formular planes a futuro; 6) todo actor se encuentra en constante proceso de socialización, lo que significa que nunca “termina de configurarse definitivamente”.
            Una definición inicial de identidad es: “Un proceso subjetivo y frecuentemente auto-reflexivo por el que los sujetos individuales definen sus diferencias con respecto a otros sujetos mediante la auto-asignación de un repertorio de atributos culturales generalmente valorizados y relativamente estables en el tiempo”. Giménez procede a explicar las implicaciones de esta definición, señalando como punto de partida que el sujeto busca diferenciarse de otros y que su esfuerzo debe ser reconocido por otros. Hay dos tipos de atributos culturales a los que recurre el sujeto para dibujar las fronteras de sí: aquéllos relativos a la pertenencia social que comparte con otros y los particularizantes, que lo individualizan.
            Los grupos de pertenencia más importantes para este propósito son la clase social, la etnicidad, las colectividades territorializadas, los grupos de edad y el género. Los atributos particularizantes, en cambio, incluyen los caracterológicos, aquéllos que derivan de un estilo de vida (entendido como sistema de signos) asociado con un particular hábito de consumo, la red de relaciones íntimas (familia, amistades, colegas), los objetos (las posesiones) y una biografía personal singular. Tras discutir brevemente cada uno de estos atributos, Giménez enfatiza el hecho de que la identidad se constituye dinámicamente en tanto que la percepción de sí debe ser reconocida –confirmada o rechazada- por otros, tanto así que en ocasiones los otros gozan del poder de definirla.
            Las identidades colectivas se construyen por analogía con las identidades individuales, y es importante mantener la distinción entre ellas por sus implicaciones metodológicas. Para esto, Giménez propone tres elementos que distinguen a las primeras: 1) carecen de autoconciencia y de psicología propias; 2 ) no son entidades discretas ni bien delimitadas; 3) no constituyen un “dato” sino un acontecimiento contingente cuya existencia debe explicarse porque se forman coyunturalmente.
            A diferencia de nuestro cuerpo, que tiene límites más o menos claros además de materialidad, un grupo o comunidad no goza de fronteras claramente delimitadas. Por ejemplo, la militancia en un partido político debe construirse continuamente –por medio de la organización de mítines, manifestaciones, todo tipo de ritos y prácticas conocidas como “macro o micropolíticas de grupalización”. Retomando las propuestas de Alberto Melucci, Giménez explica que las identidades colectivas se constituyen a partir de la acción colectiva, del hecho de que varios individuos se agrupan, orientan y compartan sus acciones según determinadas metas u objetivos.
            En las últimas dos secciones de su ponencia Giménez demuestra que la estabilidad de una identidad colectiva no depende de la permanencia de la cultura, puesto que el repertorio cultural puede transformarse sin mermar la identidad de un grupo social ni las fronteras que lo definen. Tomando el ejemplo de los grupos étnicos, el autor propone que, dado lo anterior, lo que debemos analizar no son los rasgos culturales constitutivas de una identidad étnica, sino cómo los grupos étnicos “han logrado mantener sus fronteras (las que los distinguen de los otros) a través de los cambios sociales, políticos y culturales que jalonaron su historia”. Así como las identidades individuales, las colectivas también se constituyen a partir de un constante trabajo de diferenciación. Tenemos, entonces, que la identidad no se define por sus contenidos sino por sus límites, que marcan las fronteras entre un “nosotros” y los “otros”.
            En lo que resta de la ponencia, el autor analiza el multiculturalismo en Europa, debate que se ha dado en el contexto de la inmigración extranjera. Es útil la distinción que se establece entre el multiculturalismo empleado de forma descriptiva para referirse a la presencia en un mismo espacio –como el Estado-nación- de diferentes identidades culturales, y el concepto normativo, que plantea el multiculturalismo como una ideología que afirma que “es moralmente deseable que las sociedades sean multiculturales”. También puede emplearse de forma programática, como modelo de política pública. Sin embargo, Giménez advierte que la celebración de las diferencias culturales corre el riesgo de encubrir o invisibilizar las desigualdades sociales, permitiendo que el Estado eluda “con buena conciencia sus responsabilidades retributivas”. Este último es tema pendiente en nuestro país, específicamente con relación a las comunidades étnicas, cuyas culturas se respetan por el Estado –al menos en principio, jurídicamente- pero que continúan viviendo una profunda marginalidad social, económica y política.

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